es cierto, no escribo bien y tampoco tengo razón, las letras y la poesía han muerto pero también creo en la rencarnación

lunes, 23 de diciembre de 2013

< el amor no se hace >

Propongo no hacerte más el amor, no encontrarte en los ojos ni en las pestañas, propongo no escuchar nunca más una canción, no oírte en melodía ni en dolor, propongo no besarte más en la boca, ni en las manos o en los pies, propongo no hacerte más el amor como un ciego se propondría ver. Propongo no hacerte más el amor como utopía lejana, lo propongo como tesis para que luego el sexo me sirva de antítesis. Propongo no encontrarte nunca más en los pies de la cama o en mis propios pies o en mis propios ojos, y con eso propongo como una sentencia absoluta no hacerte de más, mi amor.

domingo, 8 de diciembre de 2013

¿el olvido o la muerte?

El olvido o la muerte, el cianuro en cápsula del adiós, es verte con los ojos inyectados en amor y en odio, y tener que decir adiós, ¿el olvido, o la muerte? con vos mi amor todo esto va de la mano, de la mano que acaricia la pierna y se pierde en la falda o en el encaje o en las profundidades de aquello sembrado por el diablo, la muerte entre mis piernas y el olvido tu mano, y trepar hasta el vientre y trepar hasta la muerte o mi boca o la tuya, todo va de la mano, el olvido como saliva y se mezcla con la muerte o mi boca, deslizar el olvido hasta la falda o el encaje y por última vez sucede este ritual de bobos que consiste en que la muerte se mezcle con el olvido, ahí arriba de mis rodillas y abajo de mi ombligo, ritual dónde se gesta un veneno lentamente que solo debe nacer en una sola cosa ¿el olvido o la muerte? y el final de aquello que se gesta, que por fin entra quizá entre las piernas, bajo la falda, entre el encaje, y la culminación de la muerte para volverse olvido para volverse veneno y para volverse adiós


lunes, 2 de diciembre de 2013

querido Traveler

y deberíamos casarnos, bajo un álamo inmenso del fresco Bermejo. Deberíamos hacer una historia tejida de dolores y penas por todo el pasto verde donde revolcarnos es una costumbre, y pasear así como si el sol no quemase los cuerpos, como si el sol no nos mirase, pasear hasta entrar al enorme salón dónde nos besaríamos o nos veríamos hasta besarnos o viceversa, y los gatos paseando entre nuestros desnudos tobillos, y oír el ronroneo como esa melodía del corazón peludo, esa melodía alegre de cuatro patas y seguir besándonos o mirándonos o amándonos, arriba de la mesa o al lado de la cocina, en la cama, en el piso o bajo ese álamo inmenso y fresco como la primavera de esto que está acá, y deberíamos casarnos, pero sin el aburguesamiento, sino que para tener un gato en el jardín, para tener un hijo si quiere venir, casarnos con la vida y con ese juego que tanto nos gusta, el juego de bobos o cíclopes, en el cuál nos buscamos eternamente hasta encontrarnos dando vuelta a una hoja de algún libro, o dando la vuelta boba a esos ojos, a ese celeste, o dándole la vuelta a ese álamo inmenso, para encontrarnos, y decir que deberíamos casarnos...