es cierto, no escribo bien y tampoco tengo razón, las letras y la poesía han muerto pero también creo en la rencarnación

martes, 1 de septiembre de 2015

habladurías y no tanto /la verborragia es un crimen/




no crujen las hojas,
ni las puertas de la casa.
no se estremecen los cuerpos,
tampoco brillan las luces.
solo tiembla despacito
la primavera que asoma
y obnubila el pensamiento
que acongoja
todos los ojos que tenemos,
todos los brazos que sentimos,
todos los besos que huyeron
despavoridos tal vez
por la falta, 
por esa bendita inercia
de creernos desposeídos 
de futuros o virtudes.

no reventamos el espejo,
si nuestras frentes y nuestras narices,
por miedo o para ganarle al olvido .
aún así, 
como en las casas no se oye nada,
ni las hojas ni las luces ni los besos,
nos quebramos y rompemos
los ojos
los brazos
las narices
las cabezas
y los corazones

¿aún laten?



somos



somos

¿por qué es el destino
tan fatídico, 
tan azaroso?

¿serán nuestras
acciones, 
nuestras palabras, nuestra manera de mirar a los ojos, 
quizás nuestra manera de no mirarlos tanto,
de torcer la boca y no hablar, 
de querer sentir y no poder
creer que podemos sentir
cuando miramos a los ojos, o cuando 
es la boca o es la mano, la que nos toca
o es el corazón el que nos late?
¿y es que no podemos querer ni querernos,
que entonces somos
las más vírgenes,
las mas putas también,
hijas perdidas de una María Magdalena,
que ama y sangra y llora?

será entonces,
que queremos querer algo,
un rostro lejano,
una constelación
o simplemente la mañana atravesada por el sol
que nos duelen todos los amores
que no son amores
porque nunca crecen
así como si nacieran en terreno yermo
regado torpemente por nuestras pasiones
por el sexo entregado
por los mensajes, por los poemas cantados
que brindamos completamente entregadas
al suelo de un romance,
fatídico como el abismo,
dulce como ausente

por eso somos
nuestras y solo nuestras
y lloramos nuestras muertes,
lloramos la piel,
el sexo, y sobre todo
sobre todas las cosas
los ojos
emblemáticos y dolientes.
Solo somos las mismas
las hijas,
llorando todos los amores
que corren por el río de nuestra piel
y no podemos ver