a todo el público: due to the specific nature of products we offer, we do not accept returns /debido a la naturaleza específica del producto que estamos ofreciendo, no se aceptan devoluciones/
es cierto, no escribo bien y tampoco tengo razón, las letras y la poesía han muerto pero también creo en la rencarnación
martes, 30 de julio de 2013
La llave es un ojo blindado que no me has regalado
El plástico al corazón
El puñal en medio de los ojos
atravesando las pupilas dilatadas
y a la muerte misma que se refleja en ellas
la rosa inmensa es dolor, y las espinas vida
lo rojo es inmenso en la nada de mis días
la sangre es tu mano cubriendo mi rostro
el cielo es soga y la rosa me asfixia.
El veneno es muerte, placer, agonía
y tu recuerdo verde es vida - vacía -
El puñal en los ojos me nubla la vista
El puñal es un trato, entre tu piel y la mía
el puñal es un rato que entre tus pies dormía
para poder verme así, muerta en vida.
martes, 23 de julio de 2013
"... porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra"
Cerré el libro. La sensación que acompaña la vuelta de la última página y el cierre de la tapa son como un ultimátum de que esa realidad que acabas de conocer existe, pura y exclusivamente, en el libro.
Me hundí en los brazos de Morfeo que suele pasar por Bermejo como a las tres de la tarde y acompañado de algún viento y un sol constante pero no atroz.
Y en mis sueños me vi encerrada en una casa enorme, llena de habitaciones, y en mis sueños ví a un joven Aureliano abriéndose paso al mundo con unos ojos enormes y asombrados, sentí el olor intenso de las axilas de Pilar Ternera que esperaba con la paciencia el momento en que los hermanos José Arcadio y Aureliano fueran arrasados por su pubertad, y por su hambre de mujer.
Vi a Rebeca comer tierra y prenderse a las paredes en busca de algún consuelo, la vi perder la conciencia por Pietro Crespi, y también conocí a Amaranta, también loca por él.
También me sentí con miedo de encontrarme algún descendiente con cola de chancho, también tejí y destejí mil veces la mortaja que Amaranta debía tejer por orden de la mismísima muerte que era mujer. Adoré y sufrí el esplendor de Remedios, la bella. También soñé con un par de gemelos que de chicos jugaban a ser espejo y de grandes jugaron a parecerse cada día menos, hasta el día de su muerte, en el que fueron espejo otra vez. Lloré la muerte del coronel José Arcadio, como luché las 32 guerras civiles propiciadas por él, y también las perdí. Lloré por la muerte de sus 17 hijos, hasta el último, que murió por culpa del olvido de los dos gemelos, que no lo supieron reconocer a pesar de la cruz de ceniza en su cabeza. Contemplé el reino imaginario de Fernanda, envidié las dotes sexuales de Petra Cotes, conocí la frescura europea de Amaranta Úrsula, como también las desgracias y aventuras de Remedios Renata, y por último, junto con el último Aureliano (que lloraba la muerte de su amada, que además era su tía) y con un hambre de muerte que me hizo vivir cien años más de los que tengo ahora, comprendí que la sabiduría y el presagio de Melquíades no podía sino ser una verdad escrita hace tiempo, y precisamente, irremediable.
"El primero de la estirpe está amarrado a un árbol, y al último se lo están comiendo las hormigas"
dedicado a mi Traveler, (que en el más profundo recoveco de su corazón, es todo un Aureliano Buendía) para compartirle mi fiebre de cien años de amor por un libro que me cambió el corazón
Me hundí en los brazos de Morfeo que suele pasar por Bermejo como a las tres de la tarde y acompañado de algún viento y un sol constante pero no atroz.
Y en mis sueños me vi encerrada en una casa enorme, llena de habitaciones, y en mis sueños ví a un joven Aureliano abriéndose paso al mundo con unos ojos enormes y asombrados, sentí el olor intenso de las axilas de Pilar Ternera que esperaba con la paciencia el momento en que los hermanos José Arcadio y Aureliano fueran arrasados por su pubertad, y por su hambre de mujer.
Vi a Rebeca comer tierra y prenderse a las paredes en busca de algún consuelo, la vi perder la conciencia por Pietro Crespi, y también conocí a Amaranta, también loca por él.
También me sentí con miedo de encontrarme algún descendiente con cola de chancho, también tejí y destejí mil veces la mortaja que Amaranta debía tejer por orden de la mismísima muerte que era mujer. Adoré y sufrí el esplendor de Remedios, la bella. También soñé con un par de gemelos que de chicos jugaban a ser espejo y de grandes jugaron a parecerse cada día menos, hasta el día de su muerte, en el que fueron espejo otra vez. Lloré la muerte del coronel José Arcadio, como luché las 32 guerras civiles propiciadas por él, y también las perdí. Lloré por la muerte de sus 17 hijos, hasta el último, que murió por culpa del olvido de los dos gemelos, que no lo supieron reconocer a pesar de la cruz de ceniza en su cabeza. Contemplé el reino imaginario de Fernanda, envidié las dotes sexuales de Petra Cotes, conocí la frescura europea de Amaranta Úrsula, como también las desgracias y aventuras de Remedios Renata, y por último, junto con el último Aureliano (que lloraba la muerte de su amada, que además era su tía) y con un hambre de muerte que me hizo vivir cien años más de los que tengo ahora, comprendí que la sabiduría y el presagio de Melquíades no podía sino ser una verdad escrita hace tiempo, y precisamente, irremediable.
"El primero de la estirpe está amarrado a un árbol, y al último se lo están comiendo las hormigas"
dedicado a mi Traveler, (que en el más profundo recoveco de su corazón, es todo un Aureliano Buendía) para compartirle mi fiebre de cien años de amor por un libro que me cambió el corazón
domingo, 21 de julio de 2013
La piel que habito
Muchas veces he estado debajo de la piel que vestís todos los días, tu perfume ha sido mi sangre y tus ojos un caleidoscopio divino El trajín de los días sin sentido sumidos en la rutina, también ha sido mi pesar.
He oído bajo tus pies la música y la he entendido como una lengua divina que solo conocen los dioses y los mortales condenados a una lánguida travesía por el mundo de los incomprendidos.
He conocido al diablo cara a cara, también, y lo he desnudado con los ojos, y con su cuerpo disfrazado de pecado he aprendido lo que significa el dolor, la muerte y el deseo.
También he leído, he muerto y he revivido mil veces como un fénix, que renace en las palabras, en las cenizas. y muere, presa de algún final inesperado.
He vivido bajo esa piel espesa, áspera, esa piel que condena al que la porte brindándole a éste la capacidad de cuestionar y de morir todos los días por alguna respuesta que sacie al vacío. Con esa piel me he vestido y desvestido miles de veces con miles de terrores vacuos, me he hecho su fiel amante y también su esclava.
Como yo he vivido también bajo esa piel, tu piel divina, la piel que todos habitamos solemnemente hasta el fin de nuestro camino, quiero decirte, hoy, sin pieles ni ataduras, que te espero, siempre, en algún lugar, bajo esta misma piel.
He oído bajo tus pies la música y la he entendido como una lengua divina que solo conocen los dioses y los mortales condenados a una lánguida travesía por el mundo de los incomprendidos.
He conocido al diablo cara a cara, también, y lo he desnudado con los ojos, y con su cuerpo disfrazado de pecado he aprendido lo que significa el dolor, la muerte y el deseo.
También he leído, he muerto y he revivido mil veces como un fénix, que renace en las palabras, en las cenizas. y muere, presa de algún final inesperado.
He vivido bajo esa piel espesa, áspera, esa piel que condena al que la porte brindándole a éste la capacidad de cuestionar y de morir todos los días por alguna respuesta que sacie al vacío. Con esa piel me he vestido y desvestido miles de veces con miles de terrores vacuos, me he hecho su fiel amante y también su esclava.
Como yo he vivido también bajo esa piel, tu piel divina, la piel que todos habitamos solemnemente hasta el fin de nuestro camino, quiero decirte, hoy, sin pieles ni ataduras, que te espero, siempre, en algún lugar, bajo esta misma piel.
sábado, 20 de julio de 2013
My little little hands
Por mis manos cruzan unos surcos inmensos, que corroen mi mano desde el comienzo de la muñeca y se extienden, pretenden abstraer mi cuerpo a un pequeño circuito de surcos que me unen y transportan pequeñas partículas de dolor, hasta mi corazón, hasta mis ojos y mis pies. Pretenden que no las vea, que las embalsame en mi olvido inconsciente, en mi muerte de recuerdos, pretenden que las deje avanzar como una enfermedad, una enfermedad del corazón que mata lento, que achica el alma y deja las piernas flacas, flaquísimas como un árbol que muere abandonado en medio de la nieve de la vida.
y los surcos siguen trazándose lentamente por mi cuerpo, arrastrándome hasta el confín de un gran agujero negro, que los doctores suelen llamar depresión.
y los surcos siguen trazándose lentamente por mi cuerpo, arrastrándome hasta el confín de un gran agujero negro, que los doctores suelen llamar depresión.
viernes, 19 de julio de 2013
el vacío es un lugar normal
estoy segura de una sola cosa: si me dejo caer,
seguro voy a encontrarte, y por eso voy a sujetarme a vos
unirme con un lazo irrompible, para siempre,
para que por el dolor, sucumbamos ambos
corroídos por la muerte, por el vacío
y que en el final del túnel, encontremos por fin, lejos de todo
un amor, que sepa más de amor
que de dolores
y veré tus ojos rojos, inyectados
y tu corazón
seguro voy a encontrarte, y por eso voy a sujetarme a vos
unirme con un lazo irrompible, para siempre,
para que por el dolor, sucumbamos ambos
corroídos por la muerte, por el vacío
y que en el final del túnel, encontremos por fin, lejos de todo
un amor, que sepa más de amor
que de dolores
y veré tus ojos rojos, inyectados
y tu corazón
Las hojas de un diario que encontré en la casa que nunca tuvimos
18 de agosto
Creo que ya son muchos los días de no verte, mi cuerpo es
como un reloj que solo se sincroniza cuando tengo cerca tus ojos enormes, mon
amour, hoy te escribo para contarte que la noche parece un lienzo inmenso,
parece tu espalda, y las estrellas parecen todos los poemas chiquititos que te
escribí alguna vez cuando dormías y me sonrío de mirar lo imponente del
firmamento, me sonrío de ver como yo le hago muecas y delirio que en algún lado
estás respondiéndome con la misma cara de silencio, con un cigarrillo a medias
en una mano, me da miedo creer que esto no es verdad porque si no sería yo solo
frente a toda una inmensidad que se burla de mí por seguir creyéndote eterno
pero distante, perfecto. Pero lejos.
No voy a comentarte sobre mi insomnio, estaría hojas y hojas
relatando que vivo un infierno cada vez que todos deciden apagar las luces y
dejarme a solas con las sombras y los ruidos a muerte, quizá solo sea algún
gato persiguiendo a alguna criatura del señor, pero el gran y poderoso
subconsciente me gana de la misma forma que la imaginación y el recuerdo al
momento de mirar al cielo y recordarte.
Son las tres de la mañana, no puedo apagar la radio porque
están con un especial de sui generis y me acuerdo de todos los besos y abrazos
y de cómo nos entregamos los dos siempre tan incompletos a la merced de algún
fabricante de mentiras o no sé, cuando te miro tan embobada y te canto un
quizás por qué, y ahora soy un mar de rimmel, te extraño pero no de piel sino
de alma danzante, te extraño de alguna forma sobrenatural y perfecta, te
extraño tanto que no puedo creer que estoy a medio camino de poder vivir sin
tus ojos.
Au
revoir.
Han pasado dos semanas de mi última carta, no aguanto más,
las sábanas siguen con algo que te pertenece, mi amor, me levanto en medio de
la noche y creo verte acá, no sé si alucino o ya he perdido toda capacidad de
diferenciar lo real de lo que no lo es, los textos que te escribí y todos los
dibujos que te hice parecen querer salir de la caja donde están guardados, la
caja late en la noche como sedienta de verdades, y yo no hago más que mirarla y
jurarle que yo no hice nada, ¿no hice nada, cierto, mon amour? Tengo miedo, ya
no puedo dormir siquiera, la noche es una fría compañera y no hago más que
dibujarte una y otra vez, creer que con eso podré sentir algo más de compañía.
El gato no deja de mirarme fijo, y no me mira con amor, me mira como un
espectador de algún teatro raro y bizarro y no puedo sacarme su felina y
penetrante mirada de encima. Ya no sé qué hacer para conciliar el sueño, siento
que no puedo ponerme de acuerdo con el universo que me rodea, la radio no
quiere sintonizarse bien, los perros no hacen más que ladrarme, yo no hago más
que extrañarte y vos no podés responder ni una sola carta. Desconfío del
correo, y desconfío de la capacidad de mi cuerpo de entregarlas correctamente
en el buzón.
Espero no tener que volver a escribirte, espero poder dormir,
espero poder verte.
Au revoir.
Lo he confirmado, no puedo vivir en paz sin saber de vos, yo
no sé si es que no querés volver a verme, si no te importa o si solamente es un
problema de la empresa de correos. Ya no puedo dormir, no puedo comer, no tengo
apetito y me da miedo todo esto. Lo único que me consuela cuando no puedo
dormir, es cerrar los ojos y confiar de la memoria fotográfica y acordarme de
tus ojos, de tus lindos ojos azules, mi amor, como extraño que con un solo
abrir y cerrar de los mismos puedas delinear una realidad tan linda y sonriente
para mi, como extraño como repetías y repetías mi nombre mientras me acariciabas
la cara y me mirabas con amor de adolescente empalagado, y recuerdo las cosas y
la piel se me pone de gallina y me inspiro y puedo al fin no se si dormir como
realmente se duerme, pero al menos puedo alejarme de lo duro de la oscuridad de
la noche y el ruido de las ratas corriendo por el techo y el gato
correteándolas. Sigo el sin comprender de que no hayas regresado, de que no me
respondas, no se como plantearme la situación, mi memoria nunca fue buena y no
sé si al momento de irte te dije: un “te amo” o si te pedí que te metieras el
orgullo por algún lugar de tu cuerpo, realmente no recuerdo, de antemano pido
disculpas por esto, lo cierto, lo real. Te amo
Au
revoir.
Mi amor, poco a poco voy recordando cosas, no se si es el insomnio
que me hace por fin llegar a la parte de mi inconsciente a la que nunca tengo
acceso, recuerdo que no querías hablarme más, que estabas enojado y que me
rogabas que dejara de actuar como una incomprendida
¿por qué, mon cheri?
y que salí a ver la luna, quizás que por eso me acordé (hoy
la luna estaba llena y solo ella estaba en el cielo, las estrellas eran tan
pocas, y la luz que esta emitía era tanta), y me acordé del balcón, y me acordé
de alguna sensación que revuelve estómagos, un aire fuerte contra mi cara, como
el que se siente cuando uno va en una montaña rusa, la libertad, mi amor, el
no-dolor, me acuerdo de eso, del por fin poder cerrar los ojos, y al fin poder
conciliar el sueño de una vez por todas.
¿te acordás de esto vos? ¿es por esto que no me hablás más?
¿por eso no volvés a casa?
Y el gato, ¿por eso me mira tan mal?
Dolor es lo que somos
Es un cruel goce que se vive de noche
Entre las piernas
De algunos amantes tristes
Que no encuentran felicidad
Sino carne
Fresca
En la lucha eterna
Tan inmensa
En la riña de los sexos
Donde se buscan
como un todo absoluto
Como una flor que muere
Dentro de los cuerpos
Y busca revivir
en el confín de los cuerpos
Con el sexo infinito
los besos sedientos
Las bocas que se buscan
como si buscaran
algo más que un deseo
un poco menos que dolor
Busca renacer de las cenizas
que yacen debajo de algún pecho
En el medio de las lenguas
De las piernas
Los brazos
De la piel
De el sexo
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