La ciudad hunde. El frío se escabulle y las cosas /nosiempre/ son lo que parecen.
Imposible creer otra vez. Es todo tan nuevo y tan efímero. Es tan posible volver a creer. Es tan fácil volver a caer.
Y son los labios o el olvido y el halo de luz filtrándose por la ventana maldita que nos mira y se ríe por las dudas para hacernos pensar. El frío duele y la ciudad es tan dura. El humo del cigarrillo, se duerme, delinea las figuras que yacen en la cama. El cigarrillo quema. Pensar también.
El que haya pecado, que disfrute.
Estoy pensando en que las cosas fluyen y entre la fluidez efímera de las cosas nadan recuerdos entre mis lágrimas o mis lágrimas entre recuerdos y te digo que si. La ciudad es oscura y también lo son las personas.
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