es cierto, no escribo bien y tampoco tengo razón, las letras y la poesía han muerto pero también creo en la rencarnación

lunes, 27 de junio de 2016

fibonacci sos un gato parte II



Porque aún entendiendo las nimiedades de lo cotidiano elijo hundirme en el pasado o en el vacío, ese agujero negro con olor a cenicero viejo, gato triste y aplastado por los años y la lluvia. Lo elijo y quizás sería todo más fácil y desenredado, como un lienzo vacío que no surte efecto, sería caminar por el borde del vacío, de tu recuerdo, y no adentrarse, no perderse en los mares de no te cruzo nunca más en la vida, de todas las cosas que pasaron en la montaña y en las noches con los ojos abiertos y la música entera abandonándonos el cuerpo. Sería mucho más fácil la cama armada y el cuerpo dentro de ella, el cálculo perfecto, el cansancio, el sueño, la cama, el destello. 
Sería fácil darle la espalda al olvido, no besarle las manos de bruja, no pensar en el cuadro de tus ojos negros, en la foto enmarcada arriba de la mesa. Yo aún no entiendo porque elijo, yo aún no entiendo porqué no se pasa. Tampoco lo entiendo al loco de Fibonacci pero me encanta.
Y si no hiciera frío y si no viera tantas películas quizás el cielo no me ataría y no esperaría el sol de las mañanas con los ojos abiertísimos. Dale, pasan los micros y el frío que se mete hasta en los huesos y la fiebre. Dale, pasan las horas y los días y ahora también pasan los meses y acá no pasa nada, todo se hunde en una masa que no leva pero se expande, una masa de cosas que no son nada, como lo que escribo ahora, como lo que escribiré mañana. 
Dale, me trepa por el pecho un monstruo inmenso y no tengo mejor idea que hacerlo pasar, ahí el pecho abierto, que juegue, que se desarme, que cruce con una copa de vino, lo hago pasar y hace destrozos, pero ese monstruo, juro que no es mío. Y dale, no pasa, juega a la pelota y también pinta un cuadro, rojo, inmenso. Pasa, dale, se fuma un cigarrillo sentado en el ventrículo izquierdo, se escucha un disco entero ahí perdido en el vacío de mi pecho. 
Pasea por toda la casa, monstruo impune, me cristaliza los ojos y me quiebra la jeta. Dale, pasá tranquilo. Me tomo un té para ver si afloja. Dale, tranquilo, miro por la ventana a ver si se escapa.

Al parecer el monstruo trémulo y angustioso se parece un poco al cálculo ese que no entiendo, la divina proporción que no entiendo, el teorema imposible que no voy a entender porque las matemáticas no son lo mío. Al parecer como no lo entiendo no me va a dejar tranquila nunca.

(Lo mismo me pasa con el animalito de Fibonacci)


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