es cierto, no escribo bien y tampoco tengo razón, las letras y la poesía han muerto pero también creo en la rencarnación

domingo, 4 de agosto de 2013

El imaginario que somos



No podría describir el terreno hastío que habitamos, la sangre, la muerte presente como un último aliento antes de lo eterno, la muerte presente como todos los granitos de azúcar que tenemos clavados en la espalda y en las manos que se buscan en una lucha tibia, lucha invencible entre las manos y los cuerpos y las lenguas que son un todo inmenso, un todo que separa y une como con una magnitud química inigualable, es eso. El impulso nervioso que abandona la neurona, que recorre todo un surco divino, tu piel, mi piel, se convierte en algo que no se puede diferir, realidad o imaginario. Somos un inconsciente colectivo presente en todas las cabecitas de todas las personas que se besan pero se olvidan que en realidad los besos no son otra cosa que lenguaje de señas previo a la muerte divina que acecha en alguna cama de alguna piecita que tiene el colchón tirado en el piso, y los cristalitos de azúcar, y la sangre, y el dolor de encontrarnos justo en el momento en el que somos presos del placer que nos inventamos para no aburrirnos y para querernos toda una noche que nos robamos del sueño de algún Dios que probablemente sea Morfeo y nos castigue con insomnio y hasta quizás con un dolor de cabeza que nos recuerde lo lindo de estar casi muerto en el limbo, en el Nirvana, de estar casi muerto y casi irreal, casi un montón de cosas que somos ahora que no fuimos nunca y no volveremos a ser jamás.

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